La inclusión educativa de las personas con autismo,
es una verdad a medias, una de las grandes asignaturas de un sistema educativo
más preocupado por la excelencia y los resultados académicos de sus alumnos que
en educar personas. Un sistema educativo que fomenta y consolida una
sociedad poco respetuosa, intolerante y nada preparada para acoger la
diversidad de las personas que la conforman.
Y es que hay días que uno escribe con la cabeza,
pero hoy no puedo evitar escribir con el corazón, como madre y como docente.
Será que este año ha sido especialmente duro, que muchos de nuestros niños han
sido invitados a abandonar del sistema educativo ordinario para poder recibir
la oportunidad educativa que necesitan.
La realidad de algunos de estos niños en las aulas
ordinarias es difícil ya que los centros no cuentan con los recursos, las
estrategias ni los conocimientos necesarios para ayudarlos a avanzar en su proceso
educativo. Pero más allá de recursos materiales, y aun habiendo muchos centros
en los que la voluntad e implicación de los profesores consiguen que la
inclusión escolar de nuestros hijos sea una realidad, en algunos centros la
realidad aún no es así.
De nada sirve que constantemente se nos recuerde
que hay una ley que garantiza la escolarización de todos los niños en centros
ordinarios, la realidad nos demuestra que no se cumplen estos derechos.
Seguimos claudicando ante el sistema, rezando para que no nos retiren las pocas
ayudas que se nos ofrecen, bajamos la cabeza ante injusticias por miedo a que
la situación de nuestros hijos en el centro empeore, seguimos reclamando unos
derechos que nos pertenecen. Me duele ver como las familias aceptamos esta realidad
como la normalidad, como la única posibilidad para nuestros hijos.
Es por eso que este año, al igual que muchos
otros antes, mi deseo es una inclusión escolar real para las personas con
autismo. La diversidad nos enriquece, las capacidades diferentes suman. Somos
profesionales y debemos ofrecer la oportunidad para que todos nuestros alumnos
sean capaces de disfrutar de su experiencia educativa y consiga potenciar al
máximo sus capacidades, es decir, ofrecerles la mejor oportunidad educativa. De
nosotros depende hacer de nuestras aulas un espacio inclusivo, una sociedad
mejor.
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