…miro
nuestras fotos, las de los últimos años, las de las últimas vacaciones, las de
los cumpleaños, las de alguna salida a la montaña. Recuerdo momentos,
situaciones, pero sobretodo la sensación que sentí en cada disparo.
Repaso las
imágenes y siento que una parte de la vida se ha desdibujado. Porque el
Asperger ha ido difuminando los contornos de las siluetas y ha creado a lo
largo de los años una nueva imagen de nuestra realidad. Se han borrado algunas sonrisas, se han perdido momentos de diversión por simples enfados, la palabra futuro se reduce a un tiempo máximo de una semana porque se hace imposible preveer que pasará más allá de unos días.
Tras los
primeros síntomas y el diagnóstico, en los que todo se torna oscuro, poco a
poco van apareciendo reflejos y más tarde luces. Lo que parece la peor parte
del proceso es solo el inicio, a partir de ahí empieza de verdad una nueva
vida.
Nadie te
prepara para prevenir o, como mínimo, equilibrar los efectos colaterales de la
vida con Asperger, nadie te explica lo que encontrarás en el
camino. Y es que el síndrome no solo afecta a la persona que recibe el diagnóstico, sino que poco a poco va impregnando toda la vida a su alrededor. Lo vivimos a diario, de forma discreta se va colando en nuestro día a día, siempre pendientes de las señales de alarma, lidiando con las dificultades.
La clave es
sobrevivir sobre la marcha, resolviendo conflictos cuando surgen, sin
posibilidad de previsión, agudizando la capacidad de reacción, minimizando el
impacto, observando como nuestra imagen se desdibuja en las fotos.
Pese a todo,
sigo haciendo fotos, sigo mirándolas, pensando en como nos veremos de aquí a un tiempo,
inmortalizando las pocas líneas que aún conservamos y deseando que, poco a poco,
consigamos redibujar la vida.
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