...lo
peor no es el diagnostico, aunque en ese momento no te parece que
haya nada pueda superar ese nudo en la garganta y ese dolor tan
intenso … lo peor acaban siendo las pequeñas cosas, las que a
diario te recuerdan que hay una vida ya no es ni será, que estás en
Holanda y no hay billete de regreso.
Lo
peor es la lucha, el estar alerta las veinticuatro horas, siete días
por semana, treinta días al mes. Los malabares sin red, el
coordinar, planear, anticipar miles de cosas intentando estar
prevenida ante cualquier imprevisto. Ver que, aún realizando todo
ese esfuerzo, en el momento que bajo la guardia, el síndrome gana
otra batalla, que donde había dado un paso adelante me vuelvo a ver
dos pasos atrás.
Será
que cada día llevo peor las derrotas, que hay días para todo y que
hoy ha sido un día muy duro. Serán la impotencia, el desánimo y el
desconsuelo. Será porque últimamente me cuesta un poco más salir a
flote tras cada hundimiento y que, cuando creo superada una etapa
llega otra y me sorprende con nuevos retos y mayores dificultades.
Será que nunca acabo de conocer bien a mi enemigo y que las
variables son tan imprevisibles que es imposible trazar un recorrido
que nos garantice el éxito.
Y
al día siguiente me levanto, preparo café y me recompongo. Vuelvo a
activar las alertas, empieza un nuevo día y hay que seguir caminando
hacia adelante. Y continúo, un poco más cansada, un poco más
triste, pero sigo luchando, esperando que el día no me vuelva a
poner a prueba, lidiando con el miedo a no conseguir ganar la próxima
batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario