El Guggenheim es uno de mis edificios favoritos. Por muchos motivos
como su estructura, su distribución interior, la luz que se cuela por entre los
ventanales o la luz que ilumina los paneles metálicos de la fachada. Habrá quien no comparta mi opinión, quien no aprecie sus cualidades, pero pese a todo, a mí me sigue
emocionando.
Este verano estuve allí, disparando cientos de fotografías porque, en
mi opinión, cada rincón era especial, cada espacio tenia alguna imagen que era
imprescindible captar. Fue entonces, tomando esas fotos, cuando poco a poco fui
descubriendo sus tesoros, las características que hacen de él un edificio
singular e irrepetible. Aprendí que hay que detenerse, escuchar y observar sin
prejuicios, dejándose sorprender por su belleza.
Es así como entiendo la vida, como aprendo y también educo a mis
alumnos, descubriéndolos con una mirada curiosa y abierta, conociéndolos y
dejando que me sorprendan. Somos muchos los profesionales que trabajamos con
alumnos con necesidades educativas especiales, y lo hacemos descubriéndolos y
conociéndolos sin prejuzgar ni dar nada por seguro, sin ponerles limitaciones,
acompañándoles en su proceso de aprendizaje y potenciando sus capacidades más
allá de centrar nuestra atención únicamente en sus dificultades.
Iniciamos un nuevo curso, nueve meses de intensas emociones, seguro. Y
hoy me gustaría invitar a aquellos que aún no lo han probado a que se
arriesguen, a que miren a sus alumnos con otra mirada, como si del Guggenheim
se tratara, porque más allá de cualquier etiqueta o de cualquier diagnóstico
hay un niño, una persona con capacidades, gustos, emociones… Un síndrome es
sólo una de las características de una persona, no la define y no debería
limitarla. Les invito a que redescubran a sus alumnos y disfruten de la
experiencia y la riqueza que nos aporta la diversidad, porque sólo cambiando
nuestra forma de ver las cosas conseguiremos que las cosas cambien. Feliz
inicio de curso! :)
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